SE ACABA EL 2024, SOÑEMOS CON EL 2025

Se acerca el final del año 2024 y como otros años la acumulación de días festivos acorta, fuertemente, la actividad asociada al mes de Diciembre. Me acuerdo de cuando teniendo responsabilidades ejecutivas, había que apuntar las últimas ventas y terminar todas las actividades del cierre del ejercicio empresarial disponiendo de unos días tan escasos, lo que convertía, año tras año, este mes en un tormento. Ahora que no tengo que ocuparme de esas cosas tan importantes sigo sintiendo una sensación extraña cuando se acaba el año; algo parecido a tener que hacer balance, rendir cuentas.

Presidido por esta exigencia me he puesto a hacer una valoración de lo vivido en estos últimos doce meses y ahí va, de forma muy concentrada, mi mejor resumen.

En el ámbito macroeconómico que sin duda alguna preside el desempeño de las empresas, hay que declarar que vivimos un momento extraño. España, según nos recuerda el prestigioso medio liberal The Economist, se sitúa en el primer lugar del conjunto OCDE, de acuerdo con el comportamiento de un conjunto de indicadores que pretenden representar bien como estamos actuando. Por otro lado, como viene ocurriendo también en otros lugares, la población de a pie no parece que reciba ese beneficio en sus actividades diarias.

Esta contradicción entre lo macro y lo micro merecería ser analizado en profundidad por los expertos, grupo entre los que no me encuentro. Si de su análisis se derivasen algunas actuaciones que sintonizasen mejor esas sensaciones seguro que podríamos ponernos a sacar partido de la situación; imaginar en que estuviésemos en el escenario opuesto – mal desempeño de la macroeconomía, desempleo, inflación descontrolada, etc. – nos haría la solución mucho más difícil.

Como país estamos creciendo en población, elemento clave para la mejora en la productividad en los tiempos que vivimos. Estamos cerca de llegar a los 50 millones de personas y hemos situado la diáspora de nuestros mejores en las cifras que son saludables. Viajar más allá de nuestras fronteras y, al mismo tiempo, tener capacidad de llamada para que vengan otros es una combinación acertada en un mundo sin fronteras.

Nuestras balanzas de pagos se están modificando de forma notable en los últimos años; hemos dejado de beneficiarnos exclusivamente de bienes básicos que exportamos con firme aceptación de los consumidores y de la atracción de un turismo masivo, para incorporar a nuestras exportaciones productos y servicios de alto valor añadido y que reflejan la mejora de nuestro tejido empresarial.

En el terreno de la INNOVACIÓN y la I+D, el año ha traído buenas noticias. Los datos del 2023 que sin duda se verán continuados en el año que ahora termina son alentadores. En otro post anterior ya hice mi valoración al respecto y me reitero en que, siendo buenos los progresos, son insuficientes para situarnos en el pelotón de cabeza de los países que lideran esta competición. También en este asunto, me inclino por comparar como estaríamos si no hubiésemos vivido estos crecimientos, debidos en alguna gran medida a la apuesta europea del NGEU.

Si en lo macro, en el crecimiento de la fuerza del trabajo, en la composición de nuestra balanza de pagos, en la apuesta por la Innovación hemos mejorado, no podemos perdonarnos no aprovechar esta situación para dar el impulso – sí, un gran salto – que hay que dar para pasar a tener satisfecha a la ciudadanía en el presente y a prepararnos para mejorar nuestras capacidades competitivas en el futuro inmediato.

Para hacer este recorrido complejo, duro, incierto, hay elementos de contexto que son imprescindibles. Ya no basta con la asignación de los recursos, imprescindibles sin duda, también es urgente definir como sociedad qué queremos hacer, cómo tenemos que actuar y después tratar de aunar los esfuerzos de los involucrados en conseguirlo.

La carencia de estos acuerdos explícitos es, a mi parecer, lo que nos está impidiendo aprovechar como debiéramos, las buena condiciones que nos dan los indicadores de los últimos ejercicios. Empecinados en unas indeseadas peleas, tiramos por la borda los importantes esfuerzos que las empresas, los ciudadanos, estamos construyendo y que sitúan a España en una posición muy distinta de la vivida en anteriores periodos, tras las cíclicas crisis que hemos conocido en el presente siglo XXI.

Puede parecer de iluso soñar con que se alteren la situación y nos pongamos a sacar provecho de estas condiciones que entre todos estamos creando. Como vienen días de reflexión, de sueños, yo voy a pecar de ingenuo y a terminar el 2024 imaginando, por un momento, como sería el 31 de Diciembre del 2025 si, por el camino, los que tienen la capacidad de manejar el timón se pusiesen a dirigir hacía ese rumbo tan deseado. Ya vendrá luego el momento de despertar, ahora permitirme que viva esa ilusión durante al menos unos pocos días.

Feliz final del 2024 y mucho empuje y coraje para el 2025.

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