HAY QUE SOÑAR PARA MEJORAR EL FUTURO

El programa español para el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia ya está en Bruselas, y con él, el Plan Nacional de Reformas y el Plan de Estabilidad Presupuestaria que conforman el conjunto de documentos que la Comisión Europea va a estudiar para dar luz verde al potente paquete de apoyos para que los países de la UE superen la segunda gran crisis del siglo XXI.

Ya he escrito en otros artículos sobre la importancia de los contenidos en el Plan, de la relevancia de los órganos de gobierno, de las capacidades que han de estar en presencia para asegurar un uso óptimo de dichos recursos. Prometo no aburrir con más de lo mismo, pero, no obstante, no puedo dejar de insistir en la OPORTUNIDAD ÚNICA que tenemos como país para sumarnos a la nueva modernidad. Por razones históricas perdimos el Plan Marshal en el siglo XX y los precedentes de Ilustración e Industrialización que Europa encaro en el siglo XIX. No podemos dejar pasar, de nuevo, otra ocasión para avanzar en la escala de los países avanzados en lo que resta del presente siglo.

Pues bien, para que esta oportunidad se concrete son varios los elementos que se necesita movilizar, agitar en el mejor sentido figurado. Y lo que está ocurriendo es que todos los focos se están poniendo en la disponibilidad de los fondos – asunto imprescindible- y se están olvidando otros factores que dependen solo de nosotros pero que son necesarios para el éxito de la operación. Empezando por la escasa relevancia que se les da a las propuestas de REFORMA que en número de 102 acompañan a las propuestas de INVERSIÓN. Su calado y complejidad de gestión política pueden estar en la explicación de que la ciudadanía no haya reparado lo suficiente a la hora de cualificar su gran trascendencia. Sin cambios regulatorios de profundidad, los elementos retardatarios de la sociedad española perdurarán inclusive tras el mejor empleo que le demos a los 140.000 millones de euros.

Prometo dedicar alguna reflexión en el futuro inmediato a este asunto para el que tendremos mucho material cuando se vayan concretando las propuestas fiscales, laborales, medioambientales, etc. que, a bien seguro, serán el desarrollo del ambicioso programa de reformas. Hoy me conformo con adelantar algunos aspectos que son aún más generales pero que, en mi opinión, son ineludibles para asegurar la viabilidad y el éxito de los retos de futuro.

Empezaré por la valoración de la ciencia y la innovación en España. Pasos relevantes se han dado en los últimos tiempos y una cadena televisiva presume de haber reunido más de un millón de firmas para que el presupuesto en I+D+I sea del 2% del PIB. Y se ha presentado al Gobierno y al Parlamento y NO HA PASADO NADA. Como contrapeso de esa novedad positiva, en los mismos días, se explica que las vacunas españolas están siendo desarrolladas por unos heroicos jubilados en sus pequeños laboratorios, apoyándose en becarios mal pagados y con presupuestos ridículos en comparación con los que se manejan en otras latitudes. Y no pasa nada, nadie eleva el grito para reclamar que esto cambie. La sociedad debería insistir, a través de sus canales de participación múltiples, inclusive por los partidos políticos, para que en esto se dé un verdadero golpe de timón.

Seguiré con la falta de valoración del rol del capital en la conformación de las apuestas rupturistas y de futuro. Leídas las más de trescientas páginas del Plan de Recuperación – el que me cité al inicio de este artículo – no se encuentra ni una sola referencia destacada al rol de la inversión privada necesaria para convertir un país en un actor avanzado. Y para que se corrija este defecto, es imprescindible que se modifiquen los incentivos que llevan al capital a poner su foco en los proyectos emergentes, de riesgo, pero con futuro. Habrá tiempo para en el marco de algunos de los proyectos de reforma se incluyan las propuestas que desde el sector privado de la inversión se han elaborado al respecto. Si miramos lo que están haciendo las economías más avanzadas en estos últimos meses, podremos encontrar las referencias en contraposición con nuestras ausencias y, en consecuencia, corregir ese tiro fallido, que confío sea de forma temporal.

Y terminaré esta triada con una reflexión sobre la necesidad de edificar proyectos comunes, para toda la ciudadanía. Solo con proyectos ampliamente compartidos podremos, como país, volcarnos todos en su consecución. El actual momento de confrontación por cualquier asunto, la identificación aviesa de lo que nos divide en lugar de la búsqueda de lo que une, define un contexto donde los proyectos ambiciosos como el Plan de Recuperación para los próximos siete años no van a encontrar el mejor caldo de cultivo. Y lo más contradictorio es que el contexto universal lo propiciaría y lo haría más viable. Tenemos que repensar nuestros sueños en un momento en el que desde los centros del pensamiento global se están lanzando propuestas superadoras de las anteriores reglas macroeconómicas, tendentes a la superación de la desigualdad y a la consolidación de un estado del bienestar con mayúsculas.

Busquemos la ilusión de superar el presente, apostando por una sociedad donde la CIENCIA Y LA INNOVACIÓN tengan el respeto que se merecen y en la que encontremos un hueco para todos, apoyándonos en el esfuerzo de cada uno y en el respeto de las diferencias. Sin sueños futuros no habrá realidades mejores.

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