HAN PASADO TANTOS AÑOS

Esta semana, en esa siempre repleta agenda que me acompaña, han coincidido dos celebraciones relativas al paso del tiempo. En la primera he festejado 50 años del mantenimiento de una relación personal con la que he vivido un periodo tan largo que no hace más que evidenciar lo mayor que me he ido haciendo. Para celebrar este año me he reunido con una parte significativa de mis amigos. De esos con los que te une una relación con mayúsculas, a los que debes dar todo sin pedir nada, con los que compartes vidas sin que medien razones de profesión o actividad y que sólo se mantiene unida por ese intangible tan potente que es la confianza y la amistad. Otros festejos seguirán a este para honrar lo vivido con más gentes, en más sitios.

La segunda celebración ha sido para hacer el balance de cuatro años del mandato de la Comisión de I+D+I de la CEOE en la que he ejercido como Vicepresidente ejecutivo en compañía de mí amigo de tanto años Pedro Mier. Para cerrar ese periodo, antes de que se celebren unas nuevas elecciones que tendrán lugar en la patronal española el próximo fin de noviembre, hemos disfrutado de la intervención del actual Presidente del Consejo Económico y Social, Antón Costas. Por parte del Grupo Ejecutivo de la Comisión, hemos hecho balance de lo mucho realizado; cincuenta publicaciones elaboradas con la amplia participación de los más de doscientos miembros de la Comisión, que han cooperado activamente en los veinte encuentros plenarios que, a pesar de la pandemia, hemos celebrado estos últimos años.

La intervención del profesor Costas, al que pedimos que reflexionara sobre la situación de la INNOVACIÓN en España, como era esperable no nos defraudó. Durante unos minutos, que se nos hicieron muy cortos, nos dejó para reflexionar dos aseveraciones que, a buen seguro, van a tener su importancia en lo que se nos viene para los próximos años. La primera suena dura: existe una correlación clara entre la posición de los países innovadores y el momento en que sus jóvenes salen del nido familiar, es decir se independizan. En España, donde los jóvenes permanecen bajo el techo, y lo que es peor bajo el presupuesto familiar, hasta los 32 años, esa falta de creatividad no nos está ayudando a salir del pozo en el que nos encontramos cuando hablamos de innovación.

La segunda afirmación, si cabe de mayor impacto, se apoya en la idea de que existen en el mundo empresarial actividades innovadoras, que él calificó de tercer o cuarto nivel, que no se recogen en las estadísticas oficiales. Se trata de todo aquello que se hace en las empresas para una mejora incremental de sus procesos y que, en buena medida, son el mejor sustento de su posición competitiva. Y en España, ese segmento que ocupan las más de mil empresas que se pueden identificar como Midcaps, hacen gran parte de su aportación a los mercados a través de este tipo de innovaciones. Corregir las métricas, incentivar sus creatividades y asegurar que no se las olvida, deberán ser orientaciones para las próximas políticas que se de definan para la INNOVACIÓN española.

Han pasado muchos años, pero tanto en el ámbito personal como en el empresarial, me propongo mantener los mismos empeños, las mismas ilusiones para que dentro de un tiempo podamos hacer otro balance como el de ahora, creyendo en los mismos valores, contando con los mismos amigos y sobre todo festejando que España habrá pasado a ser un PAÍS INNOVADOR. Creo que ahora estamos maduros para resolver este último enigma – nuestra inadmisible posición en los rankings globales de innovación – lo siento en las conversaciones diarias y desde luego las empresas a las que me he referido antes ya lo están demostrando con sus firmes competiciones internacionales. Seguiremos en la brecha.

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