ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO

Era el año 1982 y un aspirante a Presidente de los EE.UU. lanzó un eslogan que según los politólogos de la época le valió para ganar la Casa Blanca. No me gustan este tipo de recursos que apuestan más por las sensaciones que por las reflexiones, pero lo que no cabe duda es que este método se ha metido dentro del lenguaje cotidiano de la ciudadanía.

Llevo ya varios meses tratando de compartir con aquellos a los que respeto algunas reflexiones, siempre alrededor de uno, que no el único, de los temas en que más confío a la hora de que las cosas progresen, la vida mejore y el tiempo en que estamos por aquí sea lo más satisfactorio posible. Y son muchas las veces que me he puesto a escribir empujado por la necesidad de corregir el lema que nos ha presidido, al menos durante la segunda mitad de la pandemia COVID-19. Me refiero a la proclama: ES LA HOSTELERÍA, ESTÚPIDO. Y siempre, hasta ahora lo había dejado.

Lo siento, no puedo aguantar más. Nada tengo contra el sector. Practico, siempre dentro de las reglas planteadas, el uso y disfrute de lo que representa y bien que lo saben mis proveedores habituales; por lo tanto, nada en contra de que se proteja, dentro de la regla máxima de la salvaguardia de la salud, sus intereses y sus derechos a ejercer su actividad económica. Pero que los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, se hayan concentrado, de forma obsesiva, en los daños del “maldito virus” en ese sector específico, machacando repetidamente el mensaje, creo que evidencia la ignorancia y, lo que es peor la falta de confianza en el resto de los elementos económicos que hacen posible, si me cabe necesario, el sector del ocio y del disfrute.

¿Quién se ha acordado de los sufridos fabricantes de elementos imprescindibles para la vida cotidiana, desde la alimentación, hasta los transportes, desde los estibadores hasta los conductores de trenes y camiones? ¿Cuántas referencias de noticias de primera página hay para las empresas que han visto caer sus carteras de pedidos – coches, aviones, elementos para la construcción- en las cuales trabajan y obtienen sus ingresos para consumir millones de trabajadores de nuestro querido país? ¿Dónde y en qué forma se ha debatido la necesidad de que los actores de la cultura pudieran continuar su actividad creativa en medio de un tornado como el que estamos viviendo? ¿Qué debates se han dado, más allá de los bienvenidos aparecidos alrededor de los Fondos Europeos de recuperación, para diseñar y construir una sociedad donde el ocio y la cultura tengan su hueco como consecuencia de que sus usuarios son capaces de disponer de ingresos suficientes?

He dejado para el final la referencia, en párrafo aparte, a los heroicos – ellos no quieren ser héroes, pero lo están siendo – trabajadores del sector sanitario. El sistema español de la salud y sus empleados en su conjunto han cubierto un papel esencial en estos últimos años y merecen un respeto y apoyo más continuado tras la inexplicable suspensión de los aplausos que al inicio de la pandemia, nos ponían a todos en el sitio correcto: el de reconocer su inestimable aportación para la superación de la crisis.

Sin el papel de los investigadores que han permitido el disfrute de millones de vacunas eficaces en un tiempo récord; sin los fabricantes de los millones de virales que nos inyectan por cientos de miles cada día;  sin lo sanitarios que lo hacen con una sonrisa que se agradece;  sin los diseñadores de soluciones de telecomunicaciones que nos permiten video conferencias con miles de participantes de todos los continentes del mundo;  sin las mejoras en la generación de productos agroalimentarios seguros, en tiempo – fruto de los avances en el campo de las tecnologías agrícolas;  sin los coches eléctricos que van a mejorar el medio ambiente;  sin el futuro avión con cero impacto, y sin otros tantos avances que se deben a sectores que trabajan todos los días, preocupados por su futuro, nada de nuestro disfrute y ocio será posible una vez que se supere la pandemia. Y todos ellos trabajan en empresas que abren y cierran sus puertas todos los días, cumplen con sus reglas de protección para la salud y continúan sosteniendo con sus responsabilidades el estado de derecho que queremos seguir disfrutando.

Todos ellos, empresas y empleados, necesitan también ser tenidos en cuenta por una sociedad que debe visualizar su apoyo a través de políticas sociales de presente, pero igualmente con apuestas de futuro que ineludiblemente pasan por hacer de España un país más innovador, más industrializado, más formado y justo. Las políticas de I+D+I tienen un papel protagonista en el escenario. En breve veremos si pasan de ser un actor de reparto a ser una de las estrellas del cartel.

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