DE LA TRANSFERENCIA A LA INNOVACIÓN
Hoy ya me atrevo a escribir una frase que he oído repetidas veces en los últimos días desde diversas voces autorizada del Gobierno de España: “esta va a ser la legislatura de la Transferencia”. Y lo hago porque me creo que es de verdad una decisión política en todo su significado. Y lo saludo y lo aplaudo pues viene a enfocar uno de los grandes déficits de nuestro sistema de Innovación e I+D.
Se apoya esa idea en un Plan que se elaboró en los últimos tiempos del periodo de gobierno anterior, EL PLAN DE TRANSFERENCIA Y COLABORACIÓN (PTyC), documento que ya comenté en otro anterior escrito y de cuyo Grupo de Expertos tengo el honor de participar.
Tras muchas discusiones mantenidas alrededor del desacuerdo en mantener la palabra TRANSFERENCIA, termino denostado por muchos de nosotros, apuesto por no seguir en ese debate. Me he convencido de que los que la defienden en este contexto actual coinciden con los que la criticamos, en el sentido de que hay que superar la idea lineal y desenfocada que da la primera lectura de su significado. La voluntad de colocar a la COLABORACIÓN como coletilla del mensaje pretende corregir ese equívoco de partida. Vayo por lo tanto mi bienvenida al PTyC.
Estamos con él enfocando de otra manera los próximos años; reconociendo el papel central de la Ciencia y la Investigación, se pretende ahora cargar las tintas en el esfuerzo para compartir el conocimiento con otros actores, favoreciendo el mestizaje entre los distintos actores de la película. En esa tarea estaremos muchos pues, sin duda es una apuesta necesaria para avanzar en la utilidad hacia la sociedad del esfuerzo investigador.
Partiendo de ese compromiso sincero y pleno, me gustaría, no obstante, aportar una visión complementaria, creo que imprescindible, para alcanzar el objetivo de maximizar la utilidad social de la ciencia y la tecnología. Me refiero a ponerse como meta que sus logros, sus desarrollos, salgan del círculo estrecho de sus actores, rompan el ámbito acotado que describe el PTyC y se atrevan a encarar el reto de adentrarse en la INNOVACIÓN.
Y eso porque es a través de esa acción que definitivamente llevará las ventajas del conocimiento a la sociedad. Con ello se comprenderá por todos la bondad del esfuerzo inversor, público y privado, dedicado a cambiar las cosas que no funcionan o a mejorar aquellas que aún tienen aspectos a superar.
Sí, la Innovación deberá beber de las salidas del PTyC, pero también recogerá el aporte de otras fuentes de iniciativas diversas, las territoriales, las del intra-emprendimiento, las que nacen de las experiencias sociales, etc. Y fruto de su caudal resultante, mayor que el de cada uno de sus afluentes, se podrá disponer de una ventaja competitiva para las sociedades que así lo entiendan.
Y en ese reto, en ese objetivo, hay unos actores que tienen la responsabilidad protagonista, me refiero a las empresas. Son ellas, las que, en el desempeño natural de su papel en las sociedades avanzadas, pueden y deben llevar las ventajas de lo nuevo y bueno a los ciudadanos que las reconocen y premian a través de los mecanismos de la oferta y la demanda controlados por la acción pública de gobierno.
Si se comparte este criterio, se entenderá el porqué de la necesidad de incorporar a las políticas públicas un importante paquete de medidas que incentiven la apuesta de las empresas por el esfuerzo investigador e innovador y reconozcan su papel crucial en el éxito de esta apuesta. Nada más directo para ello que formular políticas fiscales que reconozcan el esfuerzo inversor en I+D y en su consecuencia en la Innovación.
Algunos proponemos dar ya ese próximo paso, partiendo desde el eslabón intermedio del PTyC, para convertir esta LEGISLATURA EN LA DE LA INNOVACIÓN y con ello situar a España en las posiciones que nos corresponden de acuerdo con los otros indicadores de referencia: publicaciones científicas, economía, calidad de vida.
Lo hacemos apoyando la propuesta recogida en el primer párrafo, pero poniendo el foco un poco más lejos, mirando allí, al punto de llegada que nos enseñan las sociedades que lideran los puestos primeros en los rankings de innovación: Suecia y Suiza, por ejemplo.