POR UNA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA BIEN EQUIPADA CON LOS MEJORES

El Grupo de Reflexión de AMETIC ha elaborado más de cuarenta publicaciones alrededor de las necesidades de reconsiderar el rol de la industria, la innovación, la ciencia y la tecnología en los países, para que se produzca una mejora sustancial del nivel de vida de los ciudadanos.

En algunos de los últimos escritos del año 2023 se ha puesto el foco en dos aspectos relativos a la relación entre la innovación y el sector público en esos ámbitos. En uno de ellos se refería a disponer de entidades de calidad en las instituciones que den la confianza a la ciudadanía al respecto de una correcta gestión de los bienes compartidos. En el otro se enfocaba en la necesidad de disponer de las personas más adecuadas en las administraciones públicas, cada día más responsable de importantes cantidades de recursos presupuestarios.

En el primero de esos escritos se apuesta por disponer de esas organizaciones:

“Un contexto de confianza está, por tanto, en el núcleo de una colaboración exitosa que permita gestionar adecuadamente el riesgo de la innovación. Y esta confianza se consigue sobre todo cuando se percibe calidad en las instituciones existentes, tanto en la esfera pública como la privada. La definición de calidad institucional no es inmediata ni trivial, y la medida más conocida es el índice de calidad institucional que computa anualmente el Banco Mundial, que captura las percepciones de la ciudadanía sobre la rendición de cuentas, la estabilidad política, la efectividad del gobierno, la regulación, el estado de derecho y el control de la corrupción”.

En el segundo artículo, un párrafo largo resume bien el contexto de lo adelantado:

“Es imperiosamente imprescindible disponer en esas Administraciones de personas preparadas en cantidad y calidad suficiente en materias que son esenciales para la gestión de los países en el siglo XXI (ciberseguridad, tecnologías industriales avanzadas, microelectrónica, nuevas fuentes energéticas sostenibles, tecnologías cuánticas, nuevos materiales, etc., por citar solo algunas). No hacerlo descapitaliza a las Administraciones públicas y las pone en manos de entidades externas que ejercen algunas de las funciones que deberían ser indelegables. Llevado al mundo de los PERTE, hemos defendido reiteradamente y desde el inicio que la gestión debería coordinarse desde oficinas de proyecto formadas por un número reducido de profesionales con alta capacidad de gestión provenientes tanto del ámbito público como privado, pero con una probada capacidad de gestión y orientación empresarial.

Nos atrevemos a afirmar que para que se pueda transformar un país es imprescindible que exista un proceso de cambio radical en las formas en que se gestiona dicho cambio desde las administraciones responsables. Y eso ha de comenzar por la definición y conformación de los equipos humanos que han de pilotar el proceso transformador”.

En fechas recientes, en el marco de la primera crisis del nuevo gobierno de la Nación, se han producido sucesos que se enmarcan de lleno en estas reflexiones genéricas. Uno bien destacado ha aparecido alrededor de la sustitución de Nadia Calviño como Ministra responsable de Economía de un país avanzado de la Europa del siglo XXI. Buscar alguien que no supusiera un retroceso en la calidad profesional y política de ese puesto era un reto importante. La solución dada – de continuidad en el equipo existente – está encargada a un funcionario de la AGE con experiencia en los asuntos, conocimiento de las entrañas de Bruselas y por lo tanto con garantía de buena gestión de los críticos asuntos a los que nos vamos a enfrentar en los próximos meses.

En el curso de ese proceso, en los medios especializados aparecieron noticias sin confirmar alrededor de potenciales candidatos, de reconocida experiencia y excelente cualificación profesional, que están en estos momentos fuera del ámbito de la AGE. Estos rumores no se consolidaron y la decisión recayó, como ya se ha indicado en el párrafo anterior, en alguien del equipo de la Ministra saliente. Este hecho me ha recordado la dificultad que tenemos en España para atraer a los elementos más activos de la sociedad civil a involucrarse en tareas de la gestión pública. Aspectos como la retribución – escasa para la experiencia requerida –  las dificultades para reinsertarse en la actividad privada una vez que se termine el periodo transitorio de esas actuaciones en lo público –  que debe ser limitado por principio –  o  la necesidad de cierta intimidad – violentada por la pelea que domina la política en estos tiempos – son algunos de los elementos que restringen la participación de los mejores gestores privados que, sumados a los excelentes funcionarios públicos, permitieran disponer de equipos de primer nivel para competir en las ligas más importantes de este planeta. No será fácil cambiar lo que tenemos, pero es imperioso no dejarlo tal y como está si queremos poder disponer en el futuro de la gestión pública de los mejores, vengan de donde vengan.

Hay que apostar en la calidad institucional que se crea con personas reconocidas y con métodos y procedimientos que transmitan esa confianza entre los ciudadanos. No perseguir ese objetivo no hará sino alimentar la credibilidad de los que no paran en su empeño de criticar la democracia tal y como la conocemos en estos tiempos.

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